viernes, 1 de octubre de 2010
Lucila Gamero de Medina
Lucila Gamero Moncada es una de las primeras mujeres escritoras hondureñas que alcanzan a producir una obra literaria, sólida y vanguardista, para la sociedad y las mujeres de su tiempo, en el género de novela. Nació en Danlí (Honduras) en 1873 y falleció en 1964. Radicó durante muchos años en México, país donde publicó la mayor parte de su obra. El crítico y escritor Luis Mariñas Otero la llamó «la gran dama de las letras hondureñas».
Su abundante producción literaria ocupa el período tardío del romanticismo de la novela hispanoamericana; el amor y la familia, son los grandes temas que ocupan la mayor parte de sus argumentos narrativos. Su novela más divulgada es Blanca Olmedo.
Obras principales
Lucila Gamero de Medina escribió, entre otras, las siguientes novelas:
Páginas del corazón
Adriana y Margarita
Aída, novela regional
Betina
La secretaria
Blanca Olmedo
Amor exótico
Lucila Gamero nació en Danlí, El Paraíso, tres años antes de que iniciara la Reforma Liberal del doctor Marco Aurelio Soto. Su padre era el doctor Manuel Gamero y su madre Camila Moncada. Era una familia que, sin ser rica precisamente, pertenecía a la clase alta. “Tenían la idea de ser descendientes de españoles”, dice el escritor hondureño Juan Ramón Martínez.
Es por ello que Lucila se comporta con la dignidad y prestigio que su familia pretendía tener. No se sabe de dónde hereda su vena literaria, pero sí que desde joven se dedica a escribir. Su primera novela fue Amalia Montiel, 1895, que publica por capítulos en el semanal El Pensamiento, que dirigía en Tegucigalpa Froylán Turcios, el primer medio literario en dar espacio a las mujeres.
Lucila mantenía correspondencia con Turcios y con una hermana de éste, Rafaela, a quien parecía unir una gran amistad. Gamero también tiene el honor de publicar la primera novela del país, Adriana y Margarita, 1897, de un total de siete novelas y un libro de cuentos.
No obstante a su persistencia y capacidad, en la publicación de Froylán Turcios, Gamero aparece como una simple colaboradora y no se hace mención de sus novelas ni crítica literaria alguna. Era una actitud mezquina en la que, sin duda, tenía que ver el hecho de que ella fuera mujer.
Su visión feminista y avanzada la convirtieron en una mujer incomprendida, y también tuvo que lidiar con la insatisfacción de su género. Ella quería ir a estudiar a Guatemala junto a su hermano, pues tenía vocación de doctora, pero tuvo que conformarse con ejercer empíricamente lo que leía en los libros.
Gamero montaba a caballo, dirigía una hacienda y era dueña de una farmacia. Fue tildada de varonil e inmoral. En 1898 se casó con el señor Gilberto Medina, un hombre rico, pero relativamente inculto, que había sido juez en Danlí. Tuvo una hija y un hijo que le dieron nietos. Se dice que cuando murió, no le dieron el responso en la iglesia, debido a sus críticas hacia la jerarquía. Extrañamente, su tumba tampoco tiene lápida.
EL LIBRO DE LAS VOCES / LOS OJOS DE UN DIOS EN CELO
Las novelas comentadas han obtenido el Premio UPC de Ciencia Ficción que otorga la Universidad Politécnica de Catalunya en 1996 y 2001. Es una lástima que eso no haya influido para que ambas obras sean más conocidas en nuestro medio. Y es que estamos ante novelas deslumbrantes, especialmente El libro de las voces. Si fuera menester hacer una comparación con, digamos, autores anglosajones, El libro de las voces tiene la complejidad argumental del Gene Wolfe del Libro del Sol Largo combinada con la agilidad narrativa de Dan Simmons. Todo lo que un lector ideal de ciencia ficción y de literatura en general desea encontrar en una novela, se encuentra aquí.
Andrei Lamar es un singular pescador que posee una barca inteligente. En una incursión de pesca de primadonnas, curiosos seres biomecánicos que ocultan más de un secreto, tiene una revelación, una voz en su mente que le deja un mensaje, del cual destacan tres misteriosas expresiones: Alma Máter, Cónclave, Mundos Apócrifos...
Así se inicia la increíble transformación de Andrei Lamar en el Arcángel, el portavoz de una misteriosa entidad que conoce los verdaderos orígenes de Delfos, el planeta donde transcurre la acción. Lamar dejará su vida de pescador para unirse a la Cáfila, un pueblo que vagabundea por los desiertos y que mantiene el conocimiento del Libro de las Voces, voces similares a las que Lamar continúa oyendo en su mente. Completado su conocimiento, Lamar se transformará en un lider cuasi mesiánico, con la misión de hallar al pueblo de los rapsodas, seres humanos aparentemente deformes que poseen la respuesta del porqué Lamar ha sido contactado por el DIAL, el Dispositivo de Inteligencia Artificial Limitada que orbita Delfos. Descubriremos la asombrosa realidad que se oculta detrás de un mundo que cuenta con edificios y máquinas de origen desconocido, salvo para algunos iniciados, y que se desenvuelve en un primitivismo inexplicable. Andrei Lamar transformará Delfos por completo, al mismo tiempo que entrará en contacto con otros seres, quienes a su vez poseen otro aspecto de la realidad que abarca el destino y finalidad de otros mundos como Delfos. Pero Andrei Lamar también será transformado, y en esta transformación puede estar la clave de una nueva forma de libertad.
Los ojos de un dios en celo nos devuelve a un escenario más cercano a nuestra realidad. En un mundo futuro que parece estar a la vuelta de la esquina, la humanidad se ha dividido en dos: los ricos, educados y tecnológicamente actualizados habitantes de las ciudades, y los pobres, ignorantes, supersticiosos y atrasados nómades que sirven como mano de obra. Éstos últimos son objeto de estudio por los intelectuales de las ciudades, que tienen como norma observar sin mezclarse. Una tribu nómada en particular, el Pueblo Radiante, ha desarrollado una mitología basada en una revelación, según la cual deben buscar una tierra prometida donde asentarse. Pero el líder de esta tribu muere, y es sucedido por su hijo, el joven Ucan, cuya jefatura es muy cuestionada por otros miembros. Las vicisitudes de Ucan son observadas por Mara, una joven investigadora, quien desarrolla una más que evidente simpatía hacia el joven nómada. Sus ideas acerca de la observación científica entrarán en conflicto con sus sentimientos hacia el joven Ucan y su pueblo, cuyas creencias forman parte de un experimento. Mara tomará conciencia de que no es tan conveniente eso de ser considerado un dios... o una diosa. Y menos aún, que se descubra la verdad acerca de la divinidad.
La contraportada del libro nos informa que ambas novelas no han sido editadas previamente en Argentina, lo que constituye una —desagradable— sorpresa. Ya ocurrió antes con Plop, de Rafael Pineda. Parece ser que el futuro cercano de América Latina ya ha sido previsto, precisamente, en esas novelas cuyos pueblos no quieren conocer.
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